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Protege al hormigón que pueda estar expuesto a temperaturas frías durante las horas siguientes a la puesta en obra.
Hace que el hormigón ofrezca más resistencia en el momento que baja la temperatura y su efecto protector es eficaz hasta temperaturas bajas de -8º C, realizándose siempre el hormigonado a temperaturas que permitan su fraguado.
Disminuye el punto de congelación del agua, con lo que hay menos riesgo de que se formen cristales de hielo.
Acelera el proceso de fraguado y endurecimiento compensando la lenta evolución de resistencias a bajas temperaturas.
Al evitar que se formen cristales de hielo, sólo permite que se formen microcristales, con lo que el aumento global del volumen es menor. Al reducirse el volumen del agua, la presión de los capilares del hormigón es menor, por tanto se reducen los riesgos de daños en el hormigón.